Boudica la Reina guerrera de Britania


La viuda del rey de los icenos encabezó una gran revolución contra el dominio romano.

Un siglo después de que Julio César emprendiera la conquista de Britania, los territorios de las actuales Inglaterra y Gales distaban de estar totalmente pacificados. Las reveliones indígenas y las campañas de sometimiento por parte de Roma eran constantes.
En el año 60 d.C., durante el reinado de Nerón, un nuevo gobernador del país, Suetonio Paulino, se propuso acabar con el foco rebelde de la isla de Mona (Anglesey), frente a la costa oriental del país, donde se habían hecho fuertes los silures.
Las tropas de Suetonio Paulino pasaron a cuchillo a todos los habitantes de Anglesey, sin distinción de sexo o edad, y talaron los bosques en los que se practicaban las ceremonias de los druidas.
Mientras esto sucedía, más al este, en el territorio de los actuales condados de Norfolk y Suffolk, moría Prasutago, rey de los icenos. Tras su papel en la sublevación icena del año 47, Prasutago había gobernado con el apoyo de los romanos, y en su testamento repartió sus dominios en partes iguales entre el emperador Nerón y sus hijas, para asegurarse de que Roma apoyaría también a sus sucesores. Sin embargo, el procurador, imperial, Cato Deciano, reclamó la totalidad del reino para Roma. Las tropas de Deciano saquearon el país, despojaron a los nobles de sus bienes, les expulsaron de sus predios ancestrales y esclavizaron a sus familias. También violaron y humillaron a la viuda de Prasutago, Boudica (o Boadicea), y a sus hijas, creyendo que con su deshonra acabarían con su línea dinástica.

ESTALLA LA REBELIÓN

Los romanos no contaron con el carácter de Boudica y la influencia que ejercía entre los suyos. No era sólo la esposa del rey: su cargo de sacerdotiza de la diosa Andraste le confería un gran ascendiente sobre los icenos. La reina lo empleó, como delata Dión Casio, para abominar de la dominación romana y convencer a los suyos de que era preferible la muerte a soportar por más tiempo la opresión.
Estalló así una violenta rebelión en la que los acontecimientos se sucedieron vertiginosamente. Primero, los icenos y sus aliados los trinovantes se dirigieron a la capital de éstos, Camulodunum (Colchester), que se había convertido en la principal colonia romana de la región. Con el apoyo de los britanos que residían en el lugar, los rebeldes la asaltaron, masacrando a los colonos y veteranos romanos. Tras saqueo, todos los edificios fueron demolidos hasta los cimientos y entregados a las llamas.
Eufóricos pos su victoria, los britanos se dirigieron a continuación hacia Londinium (Londres), el principal enclave comercial romano. Para oponerse al avance, el legado Quinto Petilio Cerealis reunió diversos destacamentos de la Legión IX Hispana y planteó batalla, confiado en la superior capacidad de combate de los legionarios. Pero las fuerzas rebeldes se habían engrosado con nuevos contingentes atraídos por las primeras victorias, y los romanos fueron practicamente aniquilados. Tn sólo se salvó Petilio junto con algunos soldados de caballería. El responsable de la sublebación, Cato Deciano, puso tierra de por medio y huyó a la Galia.
Suetonio Paulino regresó rápidamente de la isla de Anglesey para intentar defender Londinium, pero nada pudo hacer. Los britanos arrasaron la ciudad y se ensañaron con sus pobladores, a los que sometieron_ según Tácito y Dión Casio_ a las más crueles torturas. La espiral del odio continuó en la ciudad de Verulamium (Saint Albans), que también fue reducida a cenizas. Hasta ese momento habían perecido más de 70.000 romanos y aliados, esencialmente civiles, y, lo que es más grave, Roma corría el riesgo de ser expulsada de Britania.

LA BATALLA DECISIVA

Suetonio Paulino se esforzó en reunir todas las tropas disponibles, pero con escaso éxito. Reducido a poco más de 11.000 hombres pertenecientes a la Legión XIV Germina y a los veteranos de la Legión XX Valeria Vitrix, el general romano fio su suerte a su superior experiencia táctica y a su astucia. Después de saquear los centros religiosos del centro de Britania, Suetonio supo atraer a los britanos, con efectivos muy superiores - algunas fuentes cifran su número en 230.000 guerreros-, pero mal organizados, hacia un terreno angosto cerca de Lichfield favorable a su plan.
Ya en el campo de batalla, la reina Boudica recorrió las líneas animando a sus hombres. Les recordó que combatían para vengar las ofensas recibidas y por la libertad, y que era el momento de vencer omorir. Las mujeres de las diversas tribus -añadía- habían decidido ya su destino; correspondía ahora a los hombres demostrar si deseaban combatir antes de vivir como esclavos. Suetonio Paulino, por su parte animó también a los suyos invocando a la vez su afán de gloria ys u codicia, prometiéndoles que podrían disponer a su gusto tanto del botín como de los territorios de sus enemigos.
El choque fue terrible. Sobreponiéndose al terror que causaban los cánticos y el griterío de los britanos, las legiones avanzaron en formación cerrada arrojando una lluvia de pila (lanzas) sobre sus enemigos para después abalanzarse sobre ellos con las espadas. Tras un duro combate, en el que la caballería romana apoyó a la infantería en los puntos más comprometidos, los britanos empezaron a retroceder. Al topar con los carros en los que trasportaban a sus familias, el combate derivó en una carnicería.
Enardecidos por los excesos anteriores de los britanos, los romanos no hicieron prisioneros. Hombres, mujeres y niños fueron exterminados, en una orgía de sangre de la que no se salvaron ni los caballos uncidos a los carromatos. Cuando, agotados por la masacre, los legionarios depusieron sus armas, los cadáveres de más de 80.000 britanos cubrían el campo de batalla, por sólo 400 romanos. Por su victoria, la Legión XIV obtuvo el sobrenombre de Martia Victrix.
La represión durante el año 61 fue feroz. Boudica se refugió con sus hijas en el territorio de los icenos, donde se suicidaron mediante veneno.
Suetonio Paulino arrasó el territorio de los sublevados, con la intención de exterminar totalmente a los britanos. Pero las autoridades enviadas desde Roma impidieron esto último y el general victorioso fue finalmente destituido. Su sucesor, Publio Petronio Turpiliano, se decantó por una política de acercamiento a las élites locales. La revelión de Boudica había demostrado que sin su apoyo era imposible mantener el dominio romano en Britania.

Fuente: National Geographic Historia- nº 23- pag 39 a 42 - Francisco Gracia Alonso - Universidad de Barcelona.
La imagen: http://www.stephenyoull.com/New25.html

Publicar un comentario

0 Comentarios