Preludio - Acto II

Acto II

Accidentada cordillera rocosa. En el foro serpentea desde abajo una garganta ascendente que desemboca en un collado; desde éste el piso vuelve a descender hacia el proscenio. Wotan, completamente armado, con lanza; ante él Brünnhilde, como walkyria, también con toda su dotación de armas.


ACTO II


Escena Primera

WOTAN
Ahora ensilla tu corcel,
virgen guerrera:
¡pronto se desencadenará
un violento combate!
Corra Brunilda a la lucha:
¡dele la victoria al welsungo!
Que Hunding
se reúna con los suyos:
no me sirve para el Walhalla.
¡Armada y veloz
cabalga por ello al combate!

BRUNILDA
¡Hojotoho! ¡Hojotoho!
¡Heyaha! ¡Heyaha!
¡Hojotoho! ¡Heyaha!

(mira hacia la garganta del foro y
llama a Wotan)

Te aconsejo, padre,
que tú mismo te prepares;
duro asalto deberás resistir.
Fricka, tu mujer,
se acerca en el carro
con el tiro de moruecos.
¡Hey! ¡Cómo blande
el áureo látigo!
Los pobres animales
gimen de miedo;
salvajemente rechinan las ruedas;
colérica viene a disputar contigo.
No peleo de buen grado
en tales pendencias,
prefiero el combate
entre hombres valerosos.
Mira, pues,
cómo resistes el asalto:
¡yo, la alegre, te dejo solo!
¡Hojotoho! ¡Hojotoho!
¡Heyaha! ¡Heyaha! ¡Heyahaha!

(Brunilda desaparece por detrás de
las alturas montañosas del lateral.
en un carro tirado por dos
moruecos, Fricka alcanza el
collado viniendo por la garganta:
allí se detiene en seguida y baja.
Avanza vehementemente hacia el
proscenio, al encuentro de Wotan)

WOTAN
¡La vieja disputa,
el viejo fastidio!
¡Pero debo mantenerme firme!

FRICKA
Dónde, en las montañas, te ocultas,
para sustraerte
a la mirada de tu esposa;
sola vengo aquí a buscarte,
para que me prometas ayuda.

WOTAN
Lo que aflige a Fricka
expóngalo abiertamente.

FRICKA
Supe la desdicha de Hunding,
me llamó pidiendo venganza;
guardiana del matrimonio,
le escuché,
prometí castigar severamente
la acción
de la insolente y criminal pareja,
que ofendió osadamente al esposo.

WOTAN
¿Qué mal hizo la pareja
que unió amorosamente
la primavera?
El hechizo del amor los subyugó:
¿quién puede oponerse
al poder del amor?

FRICKA
¡Te haces el tonto y el sordo
como si no supieras perfectamente
que clamo por el sagrado juramento
del matrimonio,
duramente ofendido!

WOTAN
Sacrílego considero yo el juramento
que une a los que no se aman;
no me exijas
que mantenga por la fuerza
lo que a ti no te concierne,
donde audazmente
se manifiestan
sentimientos limpios,
aconsejo abiertamente la guerra.
FRICKA
¡Si consideras meritorio
el adulterio,
jáctate y ensalza
como sagrado
que medre el incesto de la unión
de una pareja de mellizos!
Se me estremece el corazón,
siento vértigo:
¡nupcialmente abrazó
la hermana al hermano!
¿Cuándo se ha visto
que se amaran carnalmente
dos hermanos?

WOTAN
¡Hoy lo has visto!
Aprende que puede ocurrir,
aunque jamás sucediera antes.
Que ellos se aman
está claro para ti;
por ello, escucha un consejo sincero;
si la alegría debe premiar
tu bendición,
entonces bendice,
sé propicia al amor,
la unión de Siegmund y Sieglinde.

FRICKA
¿Así se acabó,
la estirpe de los dioses eternos
puesto que engendraste
a los salvaje welsungos?
Lo he dicho bien claro;
¿acerté el sentido?
¡Nada vale para ti
el sagrado clan de los dioses!
¡lejos arrojas todo
lo que antes amabas,
rompes los lazos
que tú mismo ataste,
te liberas riendo
de la prisión celestial,
para que sólo impere a su capricho
esta criminal pareja de mellizos,
el rebelde fruto de tu infidelidad!
¡Oh, para qué clamo
por el matrimonio y el juramento,
si tú eres el primero en vulnerarlos!
A tu fiel esposa engañaste siempre,
por los valles y las alturas,
lascivamente tu mirada acechaba
para conseguir el placer
de la variación
y herir, burlándote,
mi corazón.
Con ánimo entristecido
tuve que soportar
que fueras al combate
con las perversas vírgenes
que te nacieron
de la unión ilícita:
pues aún respetabas a tu mujer
puesto que sometiste
a mi obediencia
a la tropa de walkyrias
y a la misma Brunilda,
fruto de tu deseo.
Pero ahora,
te gusta cambiar de nombre,
te llamas "Wälse",
y vas como un lobo errante
por el bosque;
descendiste a la extrema vileza
de engendrar una pareja
de hombres ordinarios,
¡y ahora arrojas a tu mujer
a los pies de tu camada de lobeznos!
¡Llévalo a cabo, pues!
¡Colma la medida!
¡Deja que pisoteen a la engañada!

WOTAN
Nunca aprendiste,
a pesar de que quise enseñarte,
a reconocer los hechos
antes de que sucedieran.
Sólo comprendes lo convencional,
pero yo aspiro a comprender
lo que nunca ha sucedido.
Oye esto: la necesidad
creará un héroe
que, ajeno a la protección divina,
se libere de la ley de los dioses.
Sólo él servirá
para realizar el acto
que, tan necesario a los dioses,
le está prohibido
realizarlo a un dios.

FRICKA
Con profundos juicios
quieres embaucarme:
¿qué gran hazaña podrá realizar
ese héroe
que no puedan realizar los dioses,
siendo así que sólo actúa
por gracia de los dioses?
WOTAN
¿No adviertes su valor?

FRICKA
¿Quién se lo inspiró a los hombres?
¿Quién abrió los ojos
a los imbéciles?
Bajo tu protección parecen fuertes;
gracias a tu estímulo siguen adelante:
sólo tú incitaste a esos que alabas
ante mí, la eterna.
Con nuevas astucias
quieres engañarme,
confundirme ahora
mediante nuevas intrigas;
pero a este welsungo
no lo ganarás para ti;
en él es a ti a quien veo,
pues sólo se atreve a desafiarme,
porque tú le animas a ello.

WOTAN
Sólo gracias
al sufrimiento
se ha hecho a sí mismo

FRICKA
¡Entonces, no le protejas hoy!
Quítale la espada
que le regalaste.

WOTAN
¿La espada?

FRICKA
¡Sí, la espada,
la mágica y poderosa espada
que tú, dios, diste a tu hijo!

WOTAN
Siegmund
ha sabido ganársela.

FRICKA
Tú eres autor
tanto de su miseria
como de su magnífica espada.
¿Quieres confundirme,
a mí, que día y noche
sigo tus pasos?
Para él clavaste la espada
en el tronco;
tú le prometiste
la sublime arma:
¿negarás que sólo tu astucia
le atrajo
donde la encontró?
Ningún noble combate
contra esclavos;
el noble se contenta
con castigar al criminal.
Contra ti puedo luchar;
pero Siegmund
quedó a mi merced como esclavo.
Al que a ti, su señor,
sirve y pertenece,
¿debe obedecer tu eterna esposa?
¿Debe injuriarme afrentosamente
el más abyecto,
puede insolentarse un ser libre
hasta el punto de mofarse de mí?
Esto no puede quererlo mi esposo,
él no profanará así a la diosa.

WOTAN
¿Qué pides?

FRICKA
¡Apártate del welsungo!

WOTAN
El sigue su camino.

FRICKA
¡Pero no le protejas cuando
al combate
le llame el vengador!

WOTAN
No le protegeré.

FRICKA
Mírame a los ojos;
no intentes engañarme;
¡aparta también de él a la walkyria!

WOTAN
La walkyria obra libremente.
FRICKA
¡No! Ella sólo ejecuta tu voluntad;
¡prohíbele la victoria
de Siegmund!

WOTAN
No puedo abatirlo,
encontró mi espada.

FRICKA
¡Prívala de la magia,
rómpesela!
¡Véalo indefenso el enemigo!

(Brunilda aparece con su corcel.
Cuando descubre a Fricka,
se detiene en seguida)

BRUNILDA
¡Heyaha! ¡Heyaha! ¡Hojotoho!

FRICKA
Ahí viene tu osada virgen;
jubilosa corre hacia aquí.

BRUNILDA
¡Heyaha! ¡Heyaha!
¡Hojotoho! ¡Hojotoho!

WOTAN
Le he pedido que ensille su corcel
y acuda en ayuda de Siegmund.

FRICKA
¡La sagrada honra de tu esposa eterna
proteja hoy tu escudo!
Burlados por hombres,
privados del poder,
nosotros, los dioses, pereceríamos,
si hoy mi derecho no fuera
augusta y magníficamente vengado
por la valerosa virgen.
Caiga el welsungo
en aras de mi honra.
¿Estás dispuesto a jurarlo, Wotan?

WOTAN
¡Lo juro!

FRICKA
(a Brunilda)
Te aguarda
el Padre de los Ejércitos:
él te dirá lo que ha decidido.
(parte de prisa)
Escena Segunda

BRUNILDA
Mal, me temo,
acabó la disputa,
si la suerte ha sonreído a Fricka.
Padre,
¿qué debe saber tu hija?
¡Apesadumbrado pareces, y triste!

WOTAN
¡He caído
en mi propia trampa,
yo, el menos libre de todos!

BRUNILDA
Jamás te he visto así:
¿qué te roe el corazón?

WOTAN
¡Oh, sagrada infamia!
¡Oh, ultrajante aflicción!
¡Necesidad de los dioses!
¡Necesidad de los dioses!
¡Rabia infinita!
¡Eterno pesar!
¡El más triste soy yo de todos!

BRUNILDA
¡Padre! ¡Padre!
¡Di! ¿Qué te ocurre?
¿Por qué asustas a tu hija
con alarmas?
¡Confía en mí!
Te soy fiel:
¡mírame, Brunilda te lo ruega!

WOTAN
Si lo hiciera,
¿no rompería el juramento
recién prestado?

BRUNILDA
A la voluntad de Wotan hablarás
si me dices lo que quieres, pues
¿quién soy yo,
si no tu propia voluntad?
WOTAN
Lo que a nadie refiero
con palabras,
permanezca eternamente ignorado:
sólo conmigo hablo
cuando te hablo a ti.
Cuando en mí expiró
la alegría del amor joven,
mi valor aspiró al poder:
movido por la furia
de irreflexivos deseos,
gané para mí el mundo.
Ignorante y engañoso,
ejercité la infidelidad,
até con pactos aquello
que entrañaba infortunio:
astutamente
me sedujo Loge,
que después desapareció.
Pero no quise
apartarme del amor,
siendo poderoso,
aspiré al placer.
El nacido de la noche,
el medroso nibelungo,
Alberich, rompió sus lazos:
maldijo el amor,
y con una maldición
ganó el brillante
oro del Rhin
y con él inmenso poder.
El anillo que forjó
yo le quité con astucia;
pero no se lo devolví al Rhin:
con él pagué las almenas
del Walhalla,
de la fortaleza
que me construyeron gigantes,
desde la que ahora
domino el mundo.
La que sabe todo
lo que ocurrió en el pasado,
Erda,
la sagrada y más sabia Wala,
me aconsejó separarme del anillo,
me previno
del fin eterno.
Del fin quise saber aún más;
pero desapareció
en silencio.
A partir de entonces
perdí mi alegría,
el dios anhelaba saber:
descendí al seno del mundo,
mediante el amor forcé a la Wala,
perturbé el orgullo
de su sabiduría,
para que ahora contestara.
Nuevas recibí de ella;
pero obtuvo una prenda mía;
la mujer más sabia del mundo
alumbró a Brunilda, a ti.
Con ocho hermanas te crié:
por medio vuestro, walkyrias,
quería yo evitar
lo que la Wala me hizo saber:
un ignominioso final de los eternos.
Para que el enemigo nos hallara
fuertes en el combate
os ordené procurarme héroes,
para tener bajo nuestras
órdenes a los dominadores;
a los hombres
a quienes prohibimos el valor,
a los que por medio
de oscuros pactos
indujimos a una ciega obediencia,
a ellos debíais ahora inducir
a pelear,
a probar su fuerza en ruda guerra,
¡para que tropas de osados guerreros
pueda yo reunir
en la sala del Walhalla!

BRUNILDA
Llenamos tu sala hasta colmarla:
llevé a muchos a tu lado.
¿Qué te causa ahora inquietud,
si nunca fuimos negligentes?

WOTAN
Hay algo más;
¡escucha bien
lo que me advirtió la Wala!
Por el ejército de Alberich
nos amenaza el fin;
con envidiosa saña
me guarda rencor el nibelungo:
pero no temo ahora
a sus nocturnas huestes,
mis héroes me darían la victoria.
Sólo si él reconquistara
alguna vez el anillo,
entonces,
estaría perdido el Walhalla:
el que maldijo el amor,
sólo él
podría servirse del anillo
para infinita vergüenza
de todos los nobles;
el valor de los héroes
se volvería contra mí,
forzaría a combatir
a los más osados,
con su ayuda me haría la guerra.
Preocupado, pensé arrebatarle
el anillo al enemigo.
Uno de los gigantes
a los que otrora
recompensé su diligencia
con el oro maldito,
Fafner, guarda el tesoro
por el que mató a su hermano.
A él tendría que arrancarle
el anillo
que yo mismo le pagué
como tributo.
Pero no puedo tocar
a aquel con quien pacté;
ante él sucumbiría impotente
mi valor:
éstos son los lazos
que me atan;
pues yo,
señor mediante pactos,
de los pactos soy ahora esclavo.
Sólo uno podría
lo que yo no puedo:
un héroe al que jamás hubiese
intentado ayudar, uno que,
ajeno al dios,
del que jamás hubiese recibido
favor alguno,
inconsciente,
sin haber recibido órdenes,
fuera capaz de llevar a cabo
la hazaña
que yo no puedo realizar,
¡aquella que yo jamás
le aconsejaré,
aunque ese sea mi deseo!
Este hombre,
que a pesar de ser enemigo
de los dioses
combatiera para mí,
¿cómo hallar a ese hombre?
¿Cómo crear a un hombre libre
al que jamás hubiera protegido,
a uno que me sirviera
a pesar suyo?
¿Cómo crear a un ser
que ya no fuera yo mismo
pero que hiciera mi voluntad
por propia iniciativa?
¡Oh miseria divina!
¡Abominable vergüenza!
A mí mismo me repugna
todo lo que emprendo.
Jamás veo lo que tanto anhelo,
puesto que el hombre libre
debe crearse a sí mismo.
BRUNILDA
¿Pero Siegmund, el welsungo,
obra por sí mismo?

WOTAN
Apasionadamente
recorrí los bosques a su lado;
contra el consejo de los dioses
le induje a ser osado;
de su venganza sólo le protege ahora
la espada que ha conseguido
gracias al valor de un dios.
¿Cómo he podido engañarme
a mí mismo?
Fricka descubrió
mi engaño fácilmente.
¡Para mi vergüenza,
adivinó mis intenciones!
¡Y ahora tendré que someterme
a su voluntad!

BRUNILDA
Entonces,
¿privarás de la victoria a Siegmund?

WOTAN
Toqué el anillo de Alberich,
¡ávidamente sostuve el oro!
La maldición,
a la que logré escapar,
me persigue ahora;
¡lo que amo, tengo que abandonarlo,
asesinar a quien siempre quise,
traicionar engañosamente
al que confía en mí!
¡Adiós, pues, señorial esplendor,
jactanciosa infamia
de la divina pompa!
¡Desplómese lo que he construido!
Abandono mi obra;
sólo quiero aún una cosa:
¡el fin, el fin!
¡Y por el fin vela Alberich!
Ahora comprendo el oculto sentido
de las salvajes palabras de Wala:
"Cuando el sombrío enemigo
del amor engendre,
airado, un hijo,
entonces no tardará en llegar
el fin de los dioses."
Hace poco tuve nuevas
del nibelungo:
el enano subyugó a una mujer
y la sedujo con el oro.
Una mujer lleva el fruto
de su odio:
la fuerza de la envidia
da vueltas en su seno.
El prodigio se logró
para el carente de amor;
pero aquel que yo pretendí
en el amor, el libre,
no lo conseguiré para mí.
¡Recibe, pues, mi bendición,
hijo del nibelungo!
Lo que más me repugna
te doy en herencia,
el vano esplendor
de la divinidad:
¡que los celos
acaben devorándolo!
BRUNILDA
¡Oh, di, cuenta!
¿Qué debe hacer ahora tu hija?

WOTAN
¡Dócilmente combate por Fricka!
¡Guárdale el matrimonio
y el juramento!
Lo que ella eligió,
eso elijo yo también:
¿de qué me serviría
mi propia voluntad?
No puedo querer un hombre libre:
¡combate, pues,
por los esclavos de Fricka!

BRUNILDA
¡Oh, dolor!
¡Revoca, arrepentido, tu orden!
Tú amas a Siegmund:
por amor tuyo, lo sé,
protegí al welsungo.

WOTAN
¡Debes abatir a Siegmund,
obtener la victoria para Hunding!
Guárdate bien y manténte fuerte,
todo tu arrojo
empeña en la lucha:
Siegmund blande
una espada victoriosa;
¡difícilmente caerá ante ti
si vacilas!

BRUNILDA
Tú siempre me enseñaste
a quererle,
y sus nobles virtudes
son caras a tu corazón;
nunca me volveré contra él
siguiendo tus órdenes.

WOTAN
¡Ah, insolente!
¿Atentas contra mí?
¿Quién eres, sino de mi voluntad
la ciega expresión?
¿Al deliberar contigo
he caído tan bajo
que he llegado a ser insultado
por mi propia criatura?
¿Conoces, hija, mi cólera?
¡Tu valor desaparecerá
si un día mis rayos,
aniquiladores,
se precipitan sobre ti!
En mi pecho cobijo la rabia
que arroja al horror y a la nada
un mundo cuya sonrisa
una vez me complació.
¡Ay de aquel que la provoque!
¡Su desafío le traerá desgracia!
Por eso te aconsejo:
¡no me irrites!
¡Ejecuta lo que te he ordenado!
¡Caiga Siegmund!
¡Sea esta la obra de la walkyria!

(se precipita fuera y desaparece por
la izquierda, entre las montañas)

BRUNILDA
Jamás he visto así
al Padre de la Victoria,
aunque a veces
le he visto encolerizado.
¡Mucho me pesan hoy mis armas!
¡Cuando las esgrimía con placer,
qué ligeras eran!
A un mal combate
me encamino hoy, temerosa.
¡Ay de ti,
mi welsungo!
¡Para tu desgracia
hoy tengo que serte infiel!
Escena Tercera

(al alcanzar el collado, Brunilde
mira hacia la garganta y divisa a
Sieglinde y Siegmund; observa unos
instantes a los que se acercan y
después se dirige a la cueva,
junto a su corcel, de manera que
desaparece completamente para los
espectadores. Siegmund y Sieglinde
aparecen en el collado.
Sieglinde camina delante,
presurosa; Siegmund intenta
detenerla)

SIEGMUND
¡Descansa ahora aquí,
concédete reposo!

SIEGLINDE
¡Adelante! ¡Adelante!

SIEGMUND
¡No sigamos andando!
¡Deténte, mujer dulcísima!
Saliste bruscamente
en el momento del éxtasis,
corriste lejos
con repentina prisa:
apenas pude seguir tu salvaje huida
por el bosque y la floresta,
a campo través.
Sin decir palabra,
corriste hasta aquí,
¡ninguna voz te detuvo!
Descansa ahora:
¡háblame!
¡Por fin al temor del silencio!
Mira, tu hermano
tiene a su novia:
¡Siegmund es tu compañero!

SIEGLINDE
¡Vete! ¡Vete!
¡Huye de la profanada!
Sacrílegos te estrecharon
sus brazos,
deshonrado, envilecido
está mi cuerpo:
¡huye de este cadáver,
suéltalo!
¡Ojalá se lleve el viento
a la que se entregó deshonrada
al noble!
¡Cuando él la abrazó, amándola,
cuando ella halló
un divino placer,
capaz de despertar
todo su amor,
ante la secretísima consagración
de las más dulces delicias,
que atravesaron totalmente
su alma y sus sentidos,
el horror y el espanto
de la ignominia
se apoderaron de la ultrajada,
que obedeció al hombre
que la retenía sin amor!
¡Deja a la maldita,
déjala huir de ti!
Envilecida estoy,
privada de dignidad.
¡Debo apartarme de ti,
hombre purísimo, nobilísimo,
jamás podré pertenecerte!
¡Vergüenza traigo al hermano,
ignominia al amigo amante!

SIEGMUND
¡Tu anterior oprobio
expiará ahora la sangre del criminal!
No sigas huyendo,
aguarda al enemigo:
¡aquí caerá ante mí!
¡Cuando Notung
le atraviese el corazón,
gritarás venganza!
SIEGLINDE
¡Escucha los cuernos!
¿Oyes su llamada?
Alrededor suena
furioso estruendo,
por el bosque y la comarca
se eleva el estrépito.
Hunding ha despertado
de su pesado sueño.
Está reuniendo a los clanes
y a los perros:
¡azuzada, aúlla la jauría,
furiosa ladra al cielo
en contra de los que han roto
el juramento del matrimonio!
¿Dónde estás, Siegmund?
¡No te veo!
¡Ardientemente amado,
resplandeciente hermano!
Deja que aún me iluminen
las estrellas de tus ojos:
¡no rechaces el beso
de la mujer abyecta!
¡Escucha! ¡Escucha!
¡Ese es el cuerno de Hunding!
¡Su jauría se acerca
con una poderosa tropa,
ninguna espada sirve
ante tal aluvión de perros;
¡tírala lejos, Siegmund!
Siegmund... ¿dónde estás?
¡Ah, estás aquí!
¡Te veo!
¡Espantoso rostro!
Los mastines enseñan los dientes,
ávidos de carne;
no respetan tu noble mirada,
por los pies te atrapan
sus fuertes dientes:
caes,
hecha pedazos la espada,
el fresno se derrumba,
¡se raja el tronco!
¡Hermano! ¡Hermano mío!
¡Siegmund! ¡Ah!

(se desmaya en brazos de
Siegmund)

SIEGMUND
¡Hermana! ¡Amada!

Escena Cuarta

(Brunilda llevando de las riendas a
su caballo sale de la cueva. En una
mano lleva escudo y lanza, con la
otra acaricia el cuello del corcel, y
así observa a Siegmund con grave
expresión)

BRUNILDA
¡Siegmund!
¡Mírame!
Soy aquella
a quien pronto seguirás.

SIEGMUND
¡Quién es, dime,
la que tan bella y grave
se me aparece?

BRUNILDA
Sólo a los consagrados a la muerte
me aparezco,
quien me ve
se despide de la vida.
En el campo de batalla,
sólo me aparezco a los héroes;
¡quien me está destinado
a caer en el combate!

SIEGMUND
¿Adónde piensas conducir al héroe
que se dispone a seguirte?

BRUNILDA
Junto al Padre de los Combates,
que te eligió,
te conduciré:
me seguirás al Walhalla.

SIEGMUND
¿En la sala del Walhalla encontraré
sólo al Padre de los Combates?

BRUNILDA
La augusta tropa
de los héroes caídos
te abrazará propicia
para saludarte.

SIEGMUND
¿Encontraré en el Walhalla a Wälse,
mi padre?

BRUNILDA
A su padre encontrará allí
el welsungo.

SIEGMUND
¿Me saludará en el Walhalla
feliz una mujer?

BRUNILDA
Vírgenes hermosas
reinan allí augustas:
¡la hija de Wotan te ofrecerá
cordial la bebida!

SIEGMUND
Augusta eres tú,
en ti descubro
a la hija de Wotan.
Pero dime una cosa, inmortal:
¿acompañará al hermano
su hermana y esposa?
¿Abrazará Siegmund
a Sieglinde allí?

BRUNILDA
Ella debe seguir respirando
el aire de la Tierra.
Siegmund no verá allí
a Sieglinde.
SIEGMUND
Entonces,
saluda por m al Walhalla,
saluda también a Wotan!
Saluda a Wälse y a todos los héroes;
saluda también
a las propicias vírgenes.
¡No te seguiré a su lado!

BRUNILDA
Has visto la lacerante mirada
de la walkyria:
¡con ella tienes ahora que partir!

SIEGMUND
Donde Sieglinde vive,
en la alegría y en la tristeza,
allí se quedará también Siegmund;
tu mirada todavía
no me ha hecho palidecer;
¡jamás me obligarás a irme de aquí!

BRUNILDA
Mientras vivas,
nada te obligará:
pero te obligará,
loco, la muerte;
¡para anunciártela vine yo aquí!

SIEGMUND
¿Dónde está el héroe
ante el que yo hoy caeré?

BRUNILDA
Hunding te matará en el combate.

SIEGMUND
Amenaza con algo más fuerte
que los golpes de Hunding.
Si aguardas aquí ávidamente
el combate,
escoge a él como presa:
¡pienso matarlo en la lucha!

BRUNILDA
A ti, welsungo,
escúchame bien,
a ti te eligió el destino.

SIEGMUND
¿Conoces esta espada?
El que la hizo para mí
decidió la victoria:
¡con ella desafiaré tu amenaza!

BRUNILDA
El que la hizo para ti
ha decidido tu muerte:
¡privará de su poder a la espada!

SIEGMUND
¡Calla y no asustes a la durmiente!
¡Dolor! ¡Desdicha!
¡Mujer dulcísima,
la más triste de todas las fieles!
Contra ti se enfurece en armas
el mundo,
y yo, el único en quien confías,
por quien te rebelaste contra todos,
¿no debo ampararte con mi protección,
debo traicionar a la heroína
en la batalla?
¡Ah, caiga la vergüenza sobre él,
sobre quien me hizo la espada,
si me cambia la victoria
por el ultraje!
Si debo, pues, caer,
no iré al Walhalla:
¡reténgame consigo Hella!

BRUNILDA
¿Tan poco estimas
las eternas delicias?
¿Lo era todo para ti
la pobre mujer que,
cansada y afligida,
yace inerme en tu regazo?
¿Nada tenías más augusto?

SIEGMUND
Joven y bella resplandeces ante mí,
¡pero cuán fría y dura
te reconoce mi corazón!
¡Si sólo puedes burlarte,
vete de aquí,
virgen perversa e insensible!
Pero si tienes que cebarte
en mi dolor,
solázate entonces en mi sufrimiento:
conforte mi desdicha
tu celoso corazón,
¡pero no me hables más
de las gazmoñas delicias
del Walhalla!

BRUNILDA
¡Veo la desdicha
que roe tu corazón,
siento la sagrada aflicción
del héroe!
¡Siegmund, confíame a tu mujer!
¡Rodéela firmemente mi protección!
SIEGMUND
Nadie más después de mí
tocará a la pura en vida;
¡si estoy a merced de la muerte,
mataré antes a la desmayada!

BRUNILDA
¡Welsungo! ¡Estás loco!
¡Oye mi consejo!
Confíame tu mujer
por amor a la prenda
que deliciosamente ha recibido de ti.

SIEGMUND
Esta espada que hizo
para el fiel un traidor;
esta espada
que me traiciona, cobarde,
ante el enemigo,
¡sirva, pues, contra el amigo!

(alzando la espada sobre Sieglinde)

Dos vidas
te sonríen aquí:
¡tómalas, Notung,
celoso acero,
tómalas de un solo golpe!

BRUNILDA
¡Deténte, welsungo!
¡Oye mis palabras!
¡Sieglinde viva, y Siegmund
viva con ella!
Está decidido:
cambiaré la suerte del combate:
a ti, Siegmund,
te daré bendición y victoria.

(se oyen sonar llamadas de
cuernos) en la lejanía

¿Oyes la llamada?
¡Ahora prepárate, héroe!
Confía en la espada y
blándela sin miedo:
¡fiel a ti se mantendrá el arma,
como fiel
te protegerá la walkyria!
¡Adiós, Siegmund, héroe dichoso!
¡Te veré de nuevo
en el campo de batalla!

(corre afuera y desaparece con
el caballo por una garganta a
la derecha).

Escena Quinta

SIEGMUND
Mágicamente un sueño
calma el dolor y la aflicción
de la divina.
Cuando vino a mí
la walkyria,
¿le trajo ella consuelo?
¿No asustará
el furioso combate
a una afligida mujer?
Sin vida parece la que,
no obstante, vive:
acaricia a la triste
un sueño sonriente.
¡Así, sigue ahora durmiendo,
hasta que concluya el combate
y te alegre la paz!
El que allí me llama
prepárese ahora:
le ofreceré lo que merece.
¡Notung páguele el tributo!

(corre hacia el foro y
desaparece)

SIEGLINDE
(hablando en sueños, intranquila)
¡Si padre regresara ahora a casa!
Aún permanece en la floresta
con el muchacho.
¡Madre! ¡Madre!
Tengo miedo;
¡los extranjeros no parecen
amigos ni pacíficos!
Negros vapores,
sofocante atmósfera,
ya nos lamen ardientes llamas,
¡arde la casa!
¡Socorro, hermano!
¡Siegmund!
¡Siegmund!

(se levanta de golpe)

¡Siegmund! ¡Ah!

(la llamada del cuerno de Hunding
suena muy cerca)

VOZ DE HUNDING
¡Wehwalt! ¡Wehwalt!
¡Párate a luchar conmigo,
o te detendrán los perros!
VOZ DE SIEGMUND
¿Dónde te escondes,
que aún no te he acertado?
¡Deténte, que yo te encuentre!

SIEGLINDE
¡Hunding! ¡Siegmund!
¡Si yo pudiera verlos!

VOZ DE HUNDING
¡Acércate, amante criminal!
¡Derríbete aquí Fricka!

VOZ DE SIEGMUND
¿Aún me crees desarmado,
miserable cobarde?
Amenazas, y esperas
que te defiendan mujeres,
si no quieres que Fricka te desampare.
Mira:
del doméstico tronco de tu casa
arranqué sin vacilar la espada;
¡prueba ahora su filo!

SIEGLINDE
¡Deteneos, hombres!
¡Matadme primero a mí!

(un rayo ilumina por unos instantes
el collado, en el que se hacen
visibles ahora, combatiendo
ferozmente Hunding y Siegmund.
En esta luz aparece Brunilda,
planeando sobre Siegmund y
cubriéndolo por completo con su
escudo)

BRUNILDA
¡Atraviésalo, Siegmund!
¡Confía en la espada!

(cuando Siegmund se dispone a
dejar caer un golpe de muerte
sobre Hunding, rompe desde el
lateral izquierdo, a través de las
nubes, un resplandor rojizo, en el
que aparece Wotan por encima de
Hunding, teniendo extendida su
lanza frente a Siegmund)

WOTAN
¡Temen la lanza!
¡Rómpase la espada!

(Brunilda retrocede con su escudo,
asustada ante la aparición de Wotan.
La espada de Siegmund se rompe
contra la lanza de este. Hunding
hunde la suya en el pecho del
desarmado. Siegmund cae mortalmente
herido al suelo.)

BRUNILDA
(a Sieglinde)
¡A caballo, que yo te salve!

(Incorpora rápidamente a Sieglinde,
la lleva hacia la garganta lateral
donde está el corcel, y desaparece
al instante con ella. Wotan, rodeado
de nubes, está detrás, sobre una
peña, apoyado en su lanza y mirando
dolorosamente el cuerpo inerte de
Siegmund)

WOTAN
(a Hunding)
¡Ve allá, esclavo!
Arrodíllate ante Fricka:
anúnciale que la lanza de Wotan
vengó lo que la escarneció.
¡Ve!... ¡Ve!

(A un gesto despreciativo de su
mano, Hunding cae muerto a suelo.)

¡Pero Brunilda!
¡Ay de la criminal!
¡Terriblemente será castigada
la insolente
si mi corcel la alcanza en su huida!

(Desaparece entre rayos
y truenos)

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